sábado, 10 de octubre de 2009

Literatura Vs Televisión



La literatura es el arte que utiliza como instrumento la palabra cuyo fin es recrear al lector, llevándolo a límites insospechados gracias a la fascinación que lo empuja navegar por mares de imaginación y de sensaciones que se encuentran en lo más recóndito de cada ser; siendo la obra literaria como la marea que nos empuja a internarnos en los océanos, pero el intérprete es el que decide continuar con el periplo, es decir que un buen lector “no nace se hace”; es por éste motivo que el libro tiene vida propia, cambiando constante y progresivamente desde el momento de su concepción mientras va de mano en mano, siendo eterno por la cantidad inconmensurable de significados que cada ser humano sediento de conocimiento otorga.



“Si el libro es memoria, la televisión es olvido”[1].

Bajo este parámetro es preocupante la disminución de la lectura y el aumento excesivo de los “telespectadores” acríticos, mediocres y masificados (la televisión inventa un espectador promedio) por la cantidad desmedida de imágenes que bombardean en rápida sucesión sus mentes, sin dejarles discernir lo que se ve, banalizándose los mensajes, anulándose las diferencias individuales, generando ansiedad en las personas por el vértigo que produce el saber que lo observado es hueco, saltando de un programa a otro, haciendo zapping; de ésta manera se pierde la libertad de criterio, de reflexión, esa facultad que nos libera consecutivamente de las cadenas mentales, que permite cuestionar la política y darle soluciones factibles y argumentadas; lo cual genera una sociedad conformista, atrapada por la desidia.

Por tanto, es de suma importancia infundir el uso del libro en la sociedad, del sentido de lucha que éste impregna en el espíritu humano; queriendo decir con esto, que los medios de comunicación como la televisión, no son totalmente perjudiciales en sí, lo son cuando pierden la naturaleza meditabunda que el libro origina.

Esteban Sacoto Macias

Sara Zonta



[1]UBIDIA Abdón, “Referentes”, Editorial El Conejo, Primera Edición, Quito-Ecuador 2000, p. 65.


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